Entrevista Javier Dubra (Teatro)

Entrevista a Javier Dubra, actor y director teatral. Actualmente podemos ver la obra "Me voy, me voy" que dirige.

1- ¿Cómo fue el proceso de creación de la obra?
La obra se armó íntegramente a través de improvisaciones, sin ninguna idea previa ni expectativa en relación al resultado. Por supuesto que teníamos intuiciones que nos iban indicando el rumbo, que siempre estuvieron orientadas hacia lo que nos divierte y nos involucra poéticamente. En una primera etapa trabajamos exclusivamente sobre la actuación, que consideramos absolutamente prioritaria. Recién después de unos meses de ensayo empezamos a ocuparnos seriamente de cuestiones como el relato, el espacio, los ritmos, etc. Algo que resultó determinante fue la decisión de comenzar a mostrar la obra apenas sentimos que estábamos en condiciones de armar una secuencia de veinte o treinta minutos más o menos interesantes. Entonces salimos a buscar espacios ajenos al más o menos delimitado circuito teatral independiente porteño, y nos comprometimos con algunas fechas en centros culturales, bibliotecas populares y otros espacios en capital y en el conurbano. Buenos Aires es una ciudad que tiene una marcada tendencia a mirarse a si misma y a sólo levantar la vista para mirar al primer mundo, deseando reconocerse en él. Quienes hacemos teatro no solemos escapar a esta tendencia porteña e incluso somos capaces de llevarla al paroxismo. Elegir ciertos lugares para mostrar la obra fue una estrategia conciente para luchar contra esa tendencia que reconocemos en nosotros. Estas experiencias, a veces gozosas, otras veces incómodas, nos sirvieron mucho para reflexionar sobre los lenguajes que estábamos produciendo, permitiéndonos mirar nuestro trabajo desde distintas perspectivas. Por ejemplo apenas comenzada una función la aparición del personaje del policía fue recibida con chiflidos y expresiones como “juira rati”. Creo que esta especie de working progress nómade, influyó en el lenguaje que terminó presentando la obra, que es bastante transparente y permite al público ponerse en contacto de forma relativamente inmediata con la ficción, tal como sucede habitualmente en el cine. Una decisión estética determinante fue poner siempre la ficción por delante de los procedimientos y no al revés, para que el público disfrute más imaginando situaciones que admirando destrezas.

2- ¿Cómo fue la elección de los actores?
En realidad la pregunta que puedo contestar es cómo elegí los roles para cada uno de los actores. Lo primero fue convocar a algunos actores con los que creí que podíamos sintonizar bien, tres de los cuales eran en ese momento compañeros míos en “El Aliento”. Los personajes fueron apareciendo a medida que indagábamos en el imaginario de cada actor, proponiendo estímulos y observando sus resonancias. Por ejemplo el personaje del padre policía apareció primero como padre y un día una actriz trajo por casualidad un vestuario de policía que fue un fuerte estímulo para definir la imagen que teníamos de ese padre. Otro ejemplo es el personaje de Rosalía, que aunque no lo anunciemos está en parte inspirado en Soledad Rosas, la joven anarquista argentina que se suicidó en Italia en 1998 a los 24 años estando presa, acusada de terrorismo. La figura de Soledad produjo un impacto muy fuerte en la actriz, Noelia Prieto, que encontró en el personaje de Rosalía una forma de rendirle homenaje. Incluso algunas frases de la carta de despedida que lee Rosalía a su hermana, son de Soledad. El personaje del policía formoseño apareció con la obra ya casi armada cuando Luis Contreras era asistente de dirección y tuvo que reemplazar en una función a Christian García en el rol del padre policía. En dos ensayos apurados hizo un policía tan particular que cuando se nos fue una actriz, en lugar de buscarle reemplazo, lo pusimos a él con ese personaje que aunque no tenía nada que ver con el de la chica, cumplía la misma función dramática.

3- ¿Es tu ópera prima como director? ¿Cómo es la experiencia de dirigir?
Ya venía dirigiendo desde 2003, aunque sin hacer temporadas regulares de funciones. Me gusta mucho dirigir, sobre todo en los ensayos, en las funciones te quedás afuera del juego. Me cuesta sentarme a escribir teatro, siento que lo puedo hacer mucho mejor en el ensayo, con los actores ahí. Supongo que para un músico también debe ser raro componer sin tocar una sola nota. En el lugar de la dirección sentís el peso de la responsabilidad, porque los actores depositan mucha confianza y muchas expectativas en vos, y tenés que asumir el lugar de autoridad. Es muy distinto a actuar. Cuando actuás te entregás con cierta inocencia, cuando dirijís te sentís culpable absolutamente de todo. A los actores les pedís que sean descontrolados, desfachatados y atorrantes, entonces quedás obligado a ser el contrapeso y la contención. A medida que la obra se va consolidando, los actores se van adueñando cada vez más del juego y cómo director vas quedando cada vez más desplazado hasta quedar completamente afuera. Durante las funciones la sensación es contradictoria, porque por un lado es muy gratificante ver la máquina andando, pero por otro es difícil asumir que esa criatura tan tuya ya camina sola y que lo único que necesita de vos es que la dejes vivir tranquila. Es difícil dar devoluciones después de las funciones, porque podés llegar a confundirte y usar ese espacio para descargar tu angustia contra los actores, culpándolos de tus frustraciones.

4- ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Estoy trabajando en dos cosas. La primera es una obra que estamos ensayando (aun sin nombre) de una forma muy parecida a Me voy, me voy, que seguramente tendrá un lenguaje similar y podrá notarse una continuidad estética entre ambas. La segunda es algo mucho más incierto que parte de la idea de salirse del circuito teatral porteño. Nuestra primera intención es armar cosas breves, de fácil montaje en cualquier sitio, e ir a mostrarlas a lugares en los que el teatro no sea algo frecuente. Entendemos al teatro no como un objeto aislado sino como una fuerza viva que circula entre los actores y los espectadores. No es lo mismo ensayar una obra para montarla en un teatro que saber de antemano que se la va a montar en una escuela o en una cárcel o en la calle. Decir que no se piensa en el público a la hora de crear, en realidad es afirmar que solo se tiene en cuenta al público para el cual se trabaja. Siempre se trabaja para un cierto público, del cual se espera reconocimiento. El resto queda completamente afuera del juego, no se le da nada porque no se desea su reconocimiento.

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