Entrevista a Ides Kihlen
Entrevisté a la maravillosa artista Ides Kihlen. Tiene 94 años y es una mujer culta, inteligente y con una alegría que contagia. Conversamos durante horas en su departamento de la calle Alvear y me contó sobre su infancia, su familia y la pintura. Me invitó a visitar su atelier y a brindar con una copa de champagne. Además conocí a sus encantadoras hijas Ingrid y Silvia. Aquí comparto con ustedes esta entrevista.
1.- ¿Cómo fue su infancia?
Nací en el chaco santafecino en la provincia de Santa Fe y viví un tiempo ahí porque mi papá tenía sus intereses. Mi papá era sueco y mi mamá nacida en argentina, pero descendiente de suizos. Ellos se conocieron en Buenos Aires y se fueron a vivir allí. Mi niñez fue muy linda, junto con mi hermana Olga pasamos nuestra infancia en el campo, allí teníamos gran libertad. Cuando nos mudamos a Buenos Aires vivimos en casas con patios y jardines, y yo corría por todos ellos.
Recuerdo que cuando tenía 3 años y medio, había una capilla cerca de donde vivíamos, era una capilla porque no tenía cura. Cuando alguien de la casa iba para allá yo corría también. Mis padres pensaban que era por cuestiones religiosas, mi mamá llegó a pensar que yo quería ser monja y me preguntaba por qué iba tan seguido pero yo no le contestaba nada. No lo dije hasta después de un tiempo, yo iba a ver los colores de los papeles dorados y plateados que ponían en el altar de las capillas, me llamaba mucho la atención y me quedaba horas mirándolos.
2.- ¿Cuándo se mudaron a Buenos Aires?
Cuando mi hermana Olga y yo tuvimos edad escolar, mis padres decidieron venir a vivir a Buenos Aires, al barrio de Belgrano, donde asistimos al colegio St. Margaret’s. Vivíamos sobre la calle Juramento y teníamos un jardín enorme porque en ese entonces las casas en Belgrano eran casaquintas con mucho terreno. Desde muy chiquita yo pintaba rayuelas, pero recuerdo principalmente las que hacía en esos jardines, dibujaba las rayuelas en la tierra y luego les ponía colores, es decir, las cubría de hojas verdes, pedacitos de vidrios de botellas, piedras de colores, ladrillos, flores coloradas y demás cosas que encontraba por ahí. Me encantaba observar como cambiaba de color según el movimiento del sol, eso era lo que más me gustaba. Llamaba a todos para que fueran a ver esa maravilla. Recuerdo que en el campo, el cambio de colores se producía a las ocho de la noche, cuando llegaba el anochecer y todo se ponía rojizo, entonces preguntaba la hora a los adultos para saber exactamente cuando iban a cambiar de color las rayuelas. Me gustó mucho ser chica.
Yo pintaba todo el día y le dije a mi madre que quería estudiar arte. Ella estuvo de acuerdo pero me dijo que tenía que tener un título Nacional, no quería saber nada de particulares, y así fue que me inscribí en la Escuela Nacional de Bellas Artes a los 14 años. El director en ese momento era Pio Covallino. En el mismo tiempo, me anoté en el Conservatorio Nacional de Música para estudiar piano.
3.- ¿Cómo conoció a Walt Disney?
Lo conocí en la Escuela Nacional de Bellas Artes, yo tenía 17 años, ya me había recibido y casualmente estuve conversando con él sin saber quién era. Tenía que dejar una carta en la dirección que quedaba atravesando un gran patio, en la puerta estaba parado un señor alto que me saludo en inglés, aunque hablaba perfectamente el castellano. Nos sentamos a esperar y hablamos un rato largo, yo le pregunté si iba a ir a la escuela y si él dibujaba y pintaba. Después el director Collivadino abrió la puerta y yo le dije pase usted que estaba primero y él me dijo que él iba a tardar y que podía pasar yo primero que venía a entregar un papelito. Me fui al taller a trabajar en un friso de mariposas que estaba haciendo, a la media hora se abren las puertas y aparece el director Collivadino y dice acá está Walt Disney que viene a ver sus trabajos y les va a dar algunos consejos. Yo lo había tratado muy bien pero como si fuera un alumno más. Vino unas tres veces a la escuela a ver los trabajos de los alumnos que trabajaban en murales que tenían más de tres metros de largo, los espacios para trabajar eran enormes.
Ahí me recibí y seguí estudiando y tomé clases con grandes maestros: Vicente Puig, Juan Battle Planas, Antonio Alice, Petorutti y Adolfo Nigro.
En el año 1957 me fui a Paris, me había enamorado de los rosetones de la Iglesia Notre Dame, que los había visto en una revista francesa. Lo primero que hice fue ir a ver los rosetones, los dibujé, pero después me enteré que había uno original, los demás eran reproducciones porque con la guerra se habían destruido. Allí tomé clases con André Lothe en su taller. Yo tenía una prima que vivía en París, pero no me quedé en su casa porque a mí me gustaba estar sola, así que viví en Montparnasse en el Boulevard N° 10, arriba del Museo Grevin (Museo de Cera), a una cuadra de las Galerías Laffayette y de la Opera de París. Me animaba a caminar y andar sola por ahí. Me quedé tres meses y luego volví en el año 1965 pero ya se había muerto André Lothe.
Al volver de París fui a La Cárcova donde estudié con De Ferraris y después con Kenneth Kemble que era una persona maravillosa.
4.- ¿Cuál es su rutina de trabajo?
Es una verdadera rutina, me levanto tomo un café y me voy al taller a pintar o a revisar cosas. A veces pinto como siete horas seguidas o todo el día. Tantos años de estudio fui aprendiendo las técnicas de cada uno de los maestros que tuve, estando con ellos las utilizaba para aprender, ahora estando sola hago lo que quiero.
5.- ¿Cómo empieza a pintar un cuadro?
A veces tengo una idea premeditada, algo fijo y otras empiezo sin pensar en nada, cualquier cosa que me salga, es el automatismo que enseñaba Battle Planas .
6.- ¿Cómo definiría su estilo?
Podría definirlo como expresionismo abstracto, pero me voy para todos los lados. Tengo muchas series de colores y de formas, no puedo decir que tengo un estilo definido, voy cambiando y a veces vuelvo a algo que hice hace diez años.
7.- ¿Cuál fue su primera exposición?
La primera exposición importante la hice en ArteBA en el año 2000. Todo empezó cuando vino a mi casa un galerista citado por una de mis hijas para tasar un cuadro que habían comprado. Yo no estaba, pero la puerta de mi taller había quedado entreabierta y este hombre vió uno de mis cuadros y preguntó de quién era. Mi hija le contesto: "De mamá", y el hombre volvió a preguntar: "No, quiero decir la firma". Y mi hija le repitió " es de mamá". El galerista le pidió que le mostraran más cuadros míos y después de verlos les dijo: “Díganle a su mamá que va a exponer en ArteBa”. Mis hijas siempre me insistían todo el tiempo para que expusiera y yo les decía que cuando terminara la serie en la que estaba trabajando, pero cada vez que terminaba una empezaba otra y así iba paseando el tiempo sin que me convencieran de exponer.
El galerista me convenció y ese año expuse en ArteBA y lo bueno es que vendí todo. Después participé en un libro que hizo el Deutsche Bank de New York que conoció la obra y lo presentaron en el Museo de Arte Decorativo donde hicieron una retrospectiva muy buena y a partir de ahí en ArteBA todos los años y en distintas galerías del mundo.
8.- ¿Cómo era su vida familiar para dedicarse exclusivamente a la pintura?
Mi vida familiar fue buena, porque era otra época. Yo me casé, tuve dos hijas Ingrid y Silvia, pero siempre viví en casa grande y con buen servicio, que había estado años en mi casa. Yo pintaba en el jardín y mis hijas alrededor mío con cuadernos, yo les daba colores y se entretenían. Tuve mucho espacio en cada una de las casas donde viví.
Ides Kihlen, Sully y Romina Soler |
RECOMENDADOS
Una película: Puedo recomendarles “El maestro de música” y “L'Amour de la vie - Artur Rubinstein”.
“El maestro de música” es una película belga dirigida por Gérard Corbiau. La película tiene como protagonista a Joachim Dallayrac, un famoso barítono ya mayor que se encuentra en el ocaso de su carrera y decide retirarse porque está gravemente enfermo. Antes de su alejamiento da clases a dos jóvenes talentos, Sophie y Jean.
“El amor a la vida: Arthur Rubinstein” Documental dirigido por GERARD REINCHENBACH, FRANCOIS PATRIS, BERNARD GAVOTTI, 1969 y protagonizado por el mismo Arthur Rubinstein
Una canción: Elijo “La plus que lente” de Claude Debussy, una melodía que me encanta
Un libro: Cuando vino a la feria del libro, yo estaba mirando televisión y habló Mario Vargas Llosa y contó que estando en Paris leyó el mejor libro que se había escrito hasta entonces, y era el libro que más me gustaba a mí, Madame Bovary de Gustave Flaubert. Yo lo había leído en el 40 y estaba enamorada de esa historia.
“Madame Bovary”, de Gustave Flaubert fue publicada en el año 1857 provocando gran controversia en Francia. Bovary es la insatisfecha mujer de un médico rural que ansía pertenecer a la alta sociedad francesa. Sus ambiciones y un apasionado affair con un joven aristócrata la conducirán a una situación que prevee trágicas consecuencias. Es más que una novela, un retrato fiel y un paradigma para la literatura realista y universal y para la filosofía francesa de los siglos XIX a XXI.
Muchas Gracias Ides por la entrevista.
Romina Soler
Comentarios
Publicar un comentario