Entrevista a Mariano Rapetti (Teatro)

Entrevistamos a Mariano Rapetti, director y dramaturgo de "Paraíso", pueden verla los martes a las 20.30 en el Centro Cultural Matienzo. 

1.- ¿Cómo empezaste a relacionarte con el teatro?

Lo primero que me acuerdo con intensidad es cuando fui con mis abuelos a ver al Periférico de Objetos a la sala Casacuberta del San Martín. Yo tenía como quince años y salí del teatro con la cabeza explotada. La obra tenía el muñeco de un bebé gigante que entraba en escena y era desmantelado por los actores que estaban ahí, se lo llevaban de escena de a cachos. Yo quedé alucinado. Un año más tarde empecé a estudiar actuación, en el dos mil dos pero, aunque siempre escribí poemas y cuentos, no empecé a escribir ni a dirigir teatro hasta como diez años después.

2.- ¿Con quiénes te formaste?

En el dos mil dos hice el taller de Lorena Vega, en el IMPA. Una fábrica de aluminio recuperada que tenía un espacio cultural muy grande. Después estudié con Norman Brisky en Calibán y con Pompeyo Audivert, que es mi gran maestro. No se bien si lo que hago se parece a lo que hace él, en realidad, pero lo quiero tanto que me gusta llamarlo “mi gran maestro”. Las clases de Pompeyo son increíbles, ahí él usa una especie de variación rioplatense del automático surrealista que te excita la cabeza de una manera fantástica. Y bueno, haciendo eso empecé a escribir y además conocí a los Harto Amarillo, que es mi compañía estable, con los que desde ese momento hasta ahora hacemos teatro juntos y aparte discutimos sobre cómo hacer teatro y por qué, lo que también es una experiencia formativa para mí. Hace un año empecé a estudiar dramaturgia con Ariel Barchilón e hice el taller de dramaturgia intensivo de verano que dan Mariano Tenconi Blanco y Nacho Bartolone, que recomiendo.

3.- ¿Cómo surgió la idea y la dramaturgia de "Paraíso?

Bueno, por un lado tiene que ver con las ganas que yo tenía de trabajar sobre los poemas de Mariano Blatt, un poeta de Agronomía que yo sigo hace años. Tenía muchas ganas de producir un hecho escénico usando algo de la materialidad de sus poemas, que son hermosos, y cuando me eligieron para estar en el Porvenir (un festival de directores sub treinta para el que escribí la primera versión de Paraíso, de diez minutos) le pregunté si no me prestaba un pedacito de El Paraíso, el Espacio Exterior para escribrila y me dijo que sí.
En ese momento justo estaba pasando lo de la tragedia de Once. Me acuerdo estar trabajando en casa sobre la obra y ver por la televisión como las víctimas exigían justicia y pedían ayuda a las cámaras. Me impactó, me acuerdo, el lugar que la televisión ocupaba en esa tragedia: como si antes que lo hiciera el Estado o alguna organización, lo que aparecía como canal para esas demandas de justicia era un programa conducido por una especie de humanoide robótico venido de la tierra del mal, que presionaba sobre sus entrevistados para hacerlos llorar o que dijeran que el gobierno era responsable, o que no lo era. Me hizo pensar en cómo durante el menemismo, que redujo el Estado hacia su poder de policía del comercio financiero, la televisión comenzó a ocupar los lugares que éste fue dejando. Había programas que eran como un juicio, otros que buscaban gente perdida, otros que investigaban delitos con cámaras ocultas. En fin. Algo de todo esto disparó un poco el delirio de Ana en su cuarto y la metáfora del accidente espacial.
También Paraíso surge de una pregunta sobre el amor romántico y sobre la heterosexualidad, entendida no como las ganas de acostarse con alguien del sexo opuesto sino como toda esa córeo de mandatos culturales que obligan a los hombres y a las mujeres a comportarse de determinada manera como si eso tuviera algo que ver con la naturaleza. El cuadro de la chica que pensaba que ése era el amor de su vida y ahora lo espera lastimosamente, justo cuando acaba de deslizársele entre los dedos me pareció un típico retrato de la frustración que tiene como contracara ese mandato politico sobre los cuerpos que es la heterosexualidad. Como si el amor tuviera que ser uno solo y para siempre y los hombres siempre fuertes y valerosos y las mujeres abnegadas e higiénicas. No se finalmente si esto es algo sobre lo que Paraíso reflexiona abiertamente, pero sin duda fue una inspiración al momento de escribirla. Me llama la atención que nunca me preguntaron por esto, pienso que si Ana fuera lesbiana todos se preguntarían qué piensa el autor sobre la homosexualidad.

4.- ¿Cuál es el desafío de llevar a escena la obra que escribiste?

El desafío más grande en realidad fue convertir lo que había sido una escenita de diez minutos en una obra, es complicado porque cuando ya abandonaste la escritura del texto para laburar en la producción de la obra, volver a encararlo es como acostarse con un ex. Medio confuso, incómodo. En ese proceso me ayudó muchísimo Nacho Bartolone, que supervisó la obra, y después un poco en el taller que da con Mariano Tenconi Blanco. La instancia de taller de obra fue muy importante para volver a relacionarme con el texto y pensarlo desde otros puntos de vista. Montar una obra es un bardo, siempre. Pero es lo más divertido también, los ensayos y todo el proceso de crecimiento del material: el trabajo sobre el espacio, las actuaciones. Me encanta. Laburé con Melisa Califano que hizo vestuario y escenografía en la obra, con David Seiras que diseñó las luces. Juan José Gálvez que hizo los videos y el sonido de la obra. César Augusto Benitez me acompañó como asistente – productor – amigo durante casi todo el proceso como una pieza clave del equipo.

5.- ¿Cómo se desarrollaron los ensayos?

Hay algo que descubrí en los ensayos que un poco es un desafío contra tu propio narcisismo, cuando escribiste y dirigís tu texto, porque en realidad lo que tenés en tu cabeza, producido en la soledad de tu cuarto a la madrugada, después tiene que vibrar dentro de un cuerpo determinado que tiene un montón de posibilidades expresivas que vos no habías imaginado. Hay una suerte de negociación que hacés con lo real que es de lo más interesante y que esta llena también de accidentes muy potentes que terminan siendo los que determinan los colores de la obra. Eso estuvo buenísimo. También es cierto que es mucho más fácil cuando trabajas con actores buenos, que juegan con el material y están entusiasmados con el trabajo, proponen mucho, reflexionan sobre el trabajo. A mi, por suerte, me tocó trabajar con actores muy buenos.

6.-  ¿Cómo definirías la obra?

Paraíso es una pesadilla contemporánea, la promesa rota de amor de Ana y su duelo, son vividos como una tragedia televisiva.

7.- ¿Cómo fue la elección de los actores?

Fueron cambiando mucho en todo este tiempo, pero cada vez intento elegir intérpretes en los que pueda ver al personaje o a una versión de ellos dentro de sus cuerpos. Es medio intuitivo esto, los ves trabajar y algunos parece que podrían hacerlo o que traerían una versión interesante de tal o cual personaje. Era importante que para el papel de Ana pudiera encontrar alguna actriz con posibilidades expresivas realistas y para el Presentador busqué un actor más físico, que pudiera componer desde el cuerpo antes que de una perspectiva psicológica. Para el personaje del Perro necesitaba algo parecido, alguien con formación en danza o expresión corporal, que pudiera también componer en términos espaciales sin dificultades. Y, por suerte, di con ellos rápido.

8.- ¿Cómo adaptas la obra que se hizo en diferentes escenarios y festivales?

Cada vez es diferente, me parece que el Espacio donde la obra se desenvuelve es importantísimo en términos de signos y que condicionan la experiencia del espectador, que al final es un elemento importantísimo del teatro, sino el más importante. Cuando cambiamos de sala siempre paso mucho tiempo repensando la puesta y trabajando para aprovechar los accidentes que propone cada sala. Un poco como una deformación de teatrista independiente, que es una disciplina completamente accidentada, pero también como una manera de pensar la escena; en términos de la experiencia que implica para los espectadores y del efecto que produce.

Recomendados de Mariano director y dramatugo de "Paraiso"
Una película:
Solo contra todos, de Gaspar Noé

Una canción: Equlibrista, Pérez
Un cuadro: 
Asger Jorn, “El pato inquietante” (1959). 
Un libro: El paraíso de los solos, de Agustín Romero

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